Ya están todos en su sitio. Los alcaldes en los ayuntamientos y los presidentes en la Diputación y en la Junta. Ahora toca empezar a trabajar, cada uno en su ámbito, pero sin olvidar que para poder realizar algunos proyectos unos dependen de los otros. Y esa dependencia a veces se puede no llevar bien. Sobre todo por parte de quienes antes podían controlar todo lo que había a su alrededor. Era sencillo y muy ventajoso poder mover los hilos de este lado o del otro para poder recibir esto o aquello; gestionarlo de uno u otro modo; “venderlo” de esta o de aquella manera; o prometer o dejar de prometer a cuenta de lo que tenían que realizar otros.
A veces esas posiciones de preeminencia nos pueden jugar una mala pasada si cambian las circunstancias. Hay promesas (algunas desde hace ya mucho tiempo) que se vendieron para ganar votos y apoyo local diciendo que las iban a subvencionar o a realizar la Junta o la Diputación. ¿Qué va a pasar a partir de ahora con esos “proyectos”? Quien los prometió seguro que intentará echar la “culpa” a alguien si no se llevan a cabo o se hacen de una manera diferente.Quien antes tenía un discurso de superioridad seguro que ahora cambiará su alocución y pasará a ser el perjudicado de unos u otros porque ya no son de su color político. El rédito electoral está en juego.Así que a partir de ahora nos acostumbraremos a los papeles de víctima y de verdugos. Es lo que toca para que algunos puedan justificar que sus promesas no se cumplan y seguir manteniendo su liderazgo.
Para lograr votos se ha prometido sin saber si era viable o no, si se podía hacer o no, o si vendían humo. No se ha hecho otra cosa que prometer y comprometer a otros. Ahora esos otros, a los que alguno ha involucrado con promesas que en teoría comprometieron con otra Junta y con otra Diputación, tendrán que averiguar sí esos proyectos han sido alguna vez una intención real con trámites iniciados, documentación presentada, compromisos firmados o partidas presupuestarias adjudicadas. En política el compromiso de palabra no vale más que para atraer voluntades. Los compromisos reales los traen las cosas bien hechas, las que siguen su cauce administrativo, se ajustan a las necesidades y a los recursos y se pueden llevar a cabo.
Quien esté dispuesto al “todo vale” por unos votos que siga respaldando sus castillos en el aire y se convierta en mártir. Los que no estamos dispuestos al “todo vale” averiguaremos la realidad de esos compromisos “adquiridos”. Pediremos que miren en los cajones cómo están esos castillos y saldremos a decir los que tengan cimientos y los que no. De los que no tengan y de los que nunca tuvieron ni posibilidad de tenerlos, quien los creó y prometió que salga a dar las explicaciones a su electorado de porqué se pueden quedar en papel mojado.
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